Ya estamos con los últimos preparativos para llevar un nuevo destino para el 2019, a todos aquellos aventureros que sienten la necesida de conocer y formarse , a través , de la maravillosa experiencia como es viajar . Este será uno de los nuevos destinos que os presentaremos en breve .
Estar en la intersección de Oriente y Occidente es algo que deja huella, hasta en los balcones. Son cientos los que cuelgan de las fachadas a lo largo y ancho del casco antiguo de Tiflis. Celosías delicadamente talladas en madera, encajes de carpintería y arcos caprichosamente perfilados recuerdan el paso de persas y otomanos, tan sólo dos de los muchos pueblos que conquistaron esta ciudad.
Tiflis fue durante siglos un próspero núcleo comercial en el corazón de la ruta de la seda. Artesanos y comerciantes de todo el Cáucaso acudían a la capital georgiana. Muchos adaptaron las influencias foráneas a los gustos locales. Por eso los tallados de los balcones de Tiflis son únicos: más sencillos y profundos que los que pueden observarse en los países cercanos.
Un buen comienzo para adentrarse en el mundo de los balcones georgianos es la calle Dumas, muy cerca de la Plaza de la Libertad. En el número 8 puede verse un típico balcón de mediados de siglo XIX. Es uno de tantos que esperan ser restaurados. El tallado, a base de motivos geométricos, fue probablemente un símbolo de status en la casa de un miembro adinerado de la sociedad georgiana. Ese era el sentido de estas decoraciones en las ciudades. En las montañas, sin embargo, eran los propios moradores de las casas quienes tallaban como forma de ocio.
También el de la calle Vertstkhli está a la espera de ser restaurado. Los balcones más antiguos de la ciudad datan del siglo XVIII. Estar en sitio de paso es lo que tiene, una conquista sigue a otra y así sucesivamente. En un periodo de 1500 años Tiflis fue destruida 29 veces. Algunos balcones dan la impresión de estar a punto de caerse, pero otros muchos ya han sido reconstruidos. Como los de la avenida Baratishvili, por ejemplo, justo al final de la calle Vertstkhli. O los de la calle Chakhrukhadze, siguiendo Baratishvili hasta poco antes de llegar al río y a la derecha. El olor a leña que se respira en la calle Dumas da paso aquí al de pintura fresca. Algunas de esas restauraciones han sido objeto de críticas por los diseños y materiales empleados.
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