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El trayecto es circular; comienza en Sofía y termina en el mar Negro;
de la capital búlgara a Varna, la capital del mar. Avanzamos por el
sur, regresamos por el norte. Ellos, los Balcanes, siempre están
presentes. Se trata de avanzar en un paisaje lleno de coníferas, robles y
grandeza. El ojo a veces olvida lo que son las grandes dimensiones de
naturaleza, merece la pena perderse en Bulgaria, aunque sea para
recordarlo. Cumbres, blancura allá en lo alto, tierra negra y fértil
aquí, en el suelo. Entre medias, las casas se muestran de tamaños
asequibles; rudas construcciones levantadas con tradicionales ladrillos
macizos de color rojo. En la carretera, grandes anuncios en lata vieja
muestran carteles de mujeres rubias que anuncian sandía en una actitud
un tanto soez, y así, de una manera tan simple, uno recuerda que ese
país, a la vista pobre, se incorporó recientemente (2007) a la Europa
del prometido progreso, aunque ella, Bulgaria, tiene a gala considerar
su idioma cirílico como la primera lengua nacional escrita en Europa.
Se debe pasear por Sofía, tomándose un tiempo en el centro
cuadricular de esta ciudad de calles empedradas. Su casco histórico, con
varias iglesias ortodoxas, una mezquita del siglo XVI o una sinagoga art noveau,
ya sitúa al paseante en lo que es este país, un cruce de caminos como
ningún otro lugar del mundo. La catedral de San Aleksandur Nevski, de
estilo ruso, se levantó en homenaje a la participación de Rusia en la
independencia del país (1878) y bien merece un tiempo contemplar sus
cúpulas doradas o el interior, levemente iluminado con velas. Además de
la catedral, el Museo Arqueológico, el de Arte Nacional o el
Parlamento... son solo algunas de las opciones en esta parte de la
ciudad, grandiosa y optimista, y que en nada recuerda la austeridad de
los edificios de oficinas levantados en el periodo comunista que
aparecen también a la vuelta de cualquier esquina.
El barco de mármol del Palacio de Verano se esconde en la parte
noroeste del lago Kunming, ensombrecido por las vistas que ofrece el
lugar, uno de esos espacios que materializan el tópico de "marco incomparable".