De Rila a Bansko
Sin embargo, espera el camino hacia el suroeste del país. Son solo cuatro horas, aunque a mitad de trayecto aparece escondido entre frondosos bosques el monasterio de Rila, también patrimonio mundial, y otro lugar donde querer quedarse. Y se puede. Se pueden alquilar sencillas habitaciones y respirar y olvidar el ruido. Con tal motivo lo fundó Juan de Rila en el siglo X, quien ya entonces quería escapar de lo que consideraba la degeneración moral de la sociedad. Hay que dedicar tiempo para disfrutar del amplio complejo y ver la iglesia de la Natividad, el Museo del Tesoro, las antiguas cocinas e incluso la cueva donde Juan de Rila pasó gran parte de su vida.Continúa la ruta. Los próximos destinos son Blagoevgrad, ciudad con gran vida universitaria, y Sandanski, donde se dice que nació Espartaco, el gladiador tracio. Un buen lugar para descansar y así, al día siguiente, perderse en Melnik (con cultivo de buen vino) y en Velingrad, la ciudad balneario.
Bansko, la urbe más alta del país, es un destino conocido entre los aficionados al esquí por su buena relación calidad-precio. Otro buen lugar para hacer noche antes de continuar hacia el mar Negro pasando antes por Plovdiv, Nessebar y los montes Ródope y sus caprichosas figuras rocosas moldeadas por el viento y la lluvia.
La carretera no asusta. Es una perfecta compañera de viaje. En el asfalto además aparecen a un lado agricultores ofreciendo los mejores tomates y frutas que recuerdo en tiempos. Lo demás son pueblos, pueblos llenos de tesoros y la imagen de san Jorge y su dragón, tan presente como los trajes típicos de duros tejidos o la bandera del país con tres franjas horizontales del mismo tamaño: blanca, verde y roja. Después, casas. Los difuntos, en grandes fotos, te saludan desde las puertas de su vivienda en esos días en que se comunica su muerte y se pide su recuerdo. Son como los vivos. Mujeres gruesas con caras casi transparentes y grandes pañoletas en la cabeza; hombres con un coraje ya extinguido, aunque todavía se adivine en la imagen. Ocurre algo con Bulgaria... De este país, tan rico y pobre a la vez, lleno de belleza, arte y una magnífica y omnipresente sopa de yogur -el plato nacional-, lo que se mantiene en el recuerdo al regresar son esos muertos con caras de buena gente pinchados a la puerta de su casa. Bulgaria es la gente que no has llegado a ver, es la historia que no has llegado a vivir; el otro borde de Europa, aquel que delimita al mar Negro en su extremo oriental, igual que España, el otro borde de Europa, lo hace desde el océano Atlántico en su extremo occidental.
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