¿Italia es su próximo destino? Cinco curiosidades para comer como un local
Nápoles: la cuna de la pasta donde el digestivo no puede faltar
Mandamiento número 1: la pasta se enrolla en una cuchara y ni
el aperitivo ni el digestivo pueden faltar. En Nápoles, lugar donde la
pasta nació en Italia como con el nombre de makaria, el espagueti con
almejas figura como uno de los predilectos de los napolitanos para
primer plato principal (primi), ya que el protagonista es su amado mar
¿Con o sin tomate? Esta es una disputa que divide a los más
tradicionales. Los más veggies se decantan por los espaguetis a la
putanesca, con aceitunas y alcaparras. Eso sí: nada de picarla con el
cuchillo. Debe enrollarse con el tenedor en una cuchara y todo lo que
haya va para dentro. Una buena jornada debe incluir un aperitivo como
una buschette (pan tostado con diversos condimentos). Muy importante:
toda comida debe terminar con un limoncello, digestivo que nació en esta
región.
Roma: la Ciudad Eterna del antipasto y los barrios históricos
Mandamiento número 2: los codos fuera de la mesa, ahí sólo se cuela el antipasto. En la capital italiana el antipasto es una norma. Un clásico es el
supplì alla romana, una suerte de croqueta rellena de arroz, queso, carne y mozarella. Sin duda, el mejor
abreboca para
lo que viene después: el gran plato de pasta. Los bucatini (unos
espaguetis gruesos con un agujero en el medio) son un clásico que Roma
ha adoptado con la salsa amatriciana. El quinto cuarto es otra estrella
de la Ciudad Eterna. Son unos macarrones de pajata (hechos con el
intestino de ternero) con rabo de buey. Los más clásicos prefieren
espaguetis a la carbonara o los
tonnarelli con aceite, pimienta y
pecorino. Los mejores sitios para comer están en los
rioni (barrios
del centro histórico). El Celio en una de las siete colinas (detrás de
El Coliseo) ofrece además unas vistas de la ciudad impresionantes. No
podemos olvidarnos del Trastevere y sus pintorescas calles y casas.
Florencia: la ciudad museo de gastronomía campesina
Mandamiento número 3:
el pan se moja en la salsa. Lo que quizás mucho no saben es que en la
cuna del Renacimiento y el enclave de los Médici la mayoría de sus
platos típicos son de origen campesino, lo que ha hecho del pan un
manjar de mil maneras. La
panzanella, una especie de ensalada de
pan, es una de las reinas de la mesa florentina. En su forma habitual se
usa para acompañar los principales (
primi y secondi), como la
lasaña bastarda, que se hace con láminas de harina de trigo y castaña, y
un sofrito de tomate, beicon y puerros; o el
pappardelle con
frutos del mar. Una regla de todo comensal italiano es mojar el pan en
la salsa que sobra en el plato. Algunos son más atrevidos y lo hacen
directamente en la olla. Una vez comidos (y felices) se puede aprovechar
para visitar el Jardín de Boboli, ideal para desconectar dando un paseo
por sus grutas y el Jardín de los Caballeros.
Venecia: donde el mar se cruza con la pasta, el capuchino y los helados
Mandamiento número 4:
el café es el protagonista y los niños comen los mismo que los adultos.
En la ciudad de los canales no sólo reina el amor, sino también la
comida de mar. En los alrededores de la Plaza San Marco y el Rialto
abundan los restaurantes donde los reyes de la mesa son los espaguetis
de almejas o mariscos, así como los bigoli, una pasta parecida a los
espaguetis que se hace con diversas salsas, especialmente de pato. Eso
sí: los niños comen lo mismo que los adultos. Así que nadie se sorprenda
si no encuentra el menú infantil. ¿De postre? Helado, y cerca de la
Torre dell'Orologio o el Palacio Ca'Rezzonico, hay lugares donde probar
una buena ración y cumplir con una tradición ineludible: tomar un café.
El capuchino es quien manda.
Milán: la gran metrópoli donde vivir la última cena con ñoquis y carpaccio
Mandamiento número 5:
si no hay mucha verdura, entonces hay que pedir ensalada. Capital de la
moda, del lujo, de lo culto, el progreso
y del placer de
manggiar. En Milán se puede vivir la gastronomía de dos formas muy peculiares: en sus famosas
trattorias y a través del arte con el histórico mural
La última cena,
surgido del pincel de Da Vinci y que reposa en el convento de Santa
Maria delle Grazie. Para ésta última sólo hay que reservar entradas;
para la primera no hace falta más que recorrer sus calles. El gran
clásico: los ñoquis. La patata y el queso hacen magia en el paladar. A
falta de carne, lo mejor es el típico
carpaccio. Pero si no hay
una buena dosis de verduras, hay que compensarla con una buena ensalada
como contorno. La caprese es la delicia se de esta región. En los
restaurantes de la Galería Vittorio Emanuele y en el barrio Navigli los
chefs sorprenden con sus versiones de todos estos platos.
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