jueves, 31 de octubre de 2019


¿Italia es su próximo destino? Cinco curiosidades para comer como un local

Nápoles: la cuna de la pasta donde el digestivo no puede faltar

Mandamiento número 1: la pasta se enrolla en una cuchara y ni el aperitivo ni el digestivo pueden faltar. En Nápoles, lugar donde la pasta nació en Italia como con el nombre de makaria, el espagueti con almejas figura como uno de los predilectos de los napolitanos para primer plato principal (primi), ya que el protagonista es su amado mar ¿Con o sin tomate? Esta es una disputa que divide a los más tradicionales. Los más veggies se decantan por los espaguetis a la putanesca, con aceitunas y alcaparras. Eso sí: nada de picarla con el cuchillo. Debe enrollarse con el tenedor en una cuchara y todo lo que haya va para dentro. Una buena jornada debe incluir un aperitivo como una buschette (pan tostado con diversos condimentos). Muy importante: toda comida debe terminar con un limoncello, digestivo que nació en esta región.

Roma: la Ciudad Eterna del antipasto y los barrios históricos

Mandamiento número 2: los codos fuera de la mesa, ahí sólo se cuela el antipasto. En la capital italiana el antipasto es una norma. Un clásico es el supplì alla romana, una suerte de croqueta rellena de arroz, queso, carne y mozarella. Sin duda, el mejor abreboca para lo que viene después: el gran plato de pasta. Los bucatini (unos espaguetis gruesos con un agujero en el medio) son un clásico que Roma ha adoptado con la salsa amatriciana. El quinto cuarto es otra estrella de la Ciudad Eterna. Son unos macarrones de pajata (hechos con el intestino de ternero) con rabo de buey. Los más clásicos prefieren espaguetis a la carbonara o los tonnarelli con aceite, pimienta y pecorino. Los mejores sitios para comer están en los rioni (barrios del centro histórico). El Celio en una de las siete colinas (detrás de El Coliseo) ofrece además unas vistas de la ciudad impresionantes. No podemos olvidarnos del Trastevere y sus pintorescas calles y casas.

Florencia: la ciudad museo de gastronomía campesina

Mandamiento número 3: el pan se moja en la salsa. Lo que quizás mucho no saben es que en la cuna del Renacimiento y el enclave de los Médici la mayoría de sus platos típicos son de origen campesino, lo que ha hecho del pan un manjar de mil maneras. La panzanella, una especie de ensalada de pan, es una de las reinas de la mesa florentina. En su forma habitual se usa para acompañar los principales (primi y secondi), como la lasaña bastarda, que se hace con láminas de harina de trigo y castaña, y un sofrito de tomate, beicon y puerros; o el pappardelle con frutos del mar. Una regla de todo comensal italiano es mojar el pan en la salsa que sobra en el plato. Algunos son más atrevidos y lo hacen directamente en la olla. Una vez comidos (y felices) se puede aprovechar para visitar el Jardín de Boboli, ideal para desconectar dando un paseo por sus grutas y el Jardín de los Caballeros.

Venecia: donde el mar se cruza con la pasta, el capuchino y los helados

Mandamiento número 4: el café es el protagonista y los niños comen los mismo que los adultos. En la ciudad de los canales no sólo reina el amor, sino también la comida de mar. En los alrededores de la Plaza San Marco y el Rialto abundan los restaurantes donde los reyes de la mesa son los espaguetis de almejas o mariscos, así como los bigoli, una pasta parecida a los espaguetis que se hace con diversas salsas, especialmente de pato. Eso sí: los niños comen lo mismo que los adultos. Así que nadie se sorprenda si no encuentra el menú infantil. ¿De postre? Helado, y cerca de la Torre dell'Orologio o el Palacio Ca'Rezzonico, hay lugares donde probar una buena ración y cumplir con una tradición ineludible: tomar un café. El capuchino es quien manda.

Milán: la gran metrópoli donde vivir la última cena con ñoquis y carpaccio

Mandamiento número 5: si no hay mucha verdura, entonces hay que pedir ensalada. Capital de la moda, del lujo, de lo culto, el progreso… y del placer de manggiar. En Milán se puede vivir la gastronomía de dos formas muy peculiares: en sus famosas trattorias y a través del arte con el histórico mural La última cena, surgido del pincel de Da Vinci y que reposa en el convento de Santa Maria delle Grazie. Para ésta última sólo hay que reservar entradas; para la primera no hace falta más que recorrer sus calles. El gran clásico: los ñoquis. La patata y el queso hacen magia en el paladar. A falta de carne, lo mejor es el típico carpaccio. Pero si no hay una buena dosis de verduras, hay que compensarla con una buena ensalada como contorno. La caprese es la delicia se de esta región. En los restaurantes de la Galería Vittorio Emanuele y en el barrio Navigli los chefs sorprenden con sus versiones de todos estos platos.

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