jueves, 31 de diciembre de 2015

      DOCE UVAS PARA DOCE  DESTINOS
                    FELIZ AÑO 2016

"Como fuera de casa, en ninguna parte", enarboló el genial Rafael Azcona, un aserto que ni pintado para la noche de fin de año. Así como la Nochebuena es cóncava, una fiesta hogareña, familiar y concéntrica, la Nochevieja es centrífuga, diseñada para catapultarse hacia el otro lado. De ahí las populares maratones y fuegos de artificio; una noche "para tirar cohetes" y llegar raudos: que "no te den las uvas"... Aun permaneciendo en los hogares, las paredes se vuelven entonces más elásticas y trasgresoras que durante la espita cerrada de la Nochebuena; y, en algunos lugares, hasta se tira literalmente la casa por la ventana, como hacen italianos o argentinos, desprendiéndose de los trastos viejos. Algunos (escoceses, bonaerenses) incineran el año extinto. Y otros (neoyorkinos, mexicanos) lo echan a rodar en forma de esfera.
De celebración antiquísima -documentada en egipcios y babilonios-, el emperador Julio César decretó el culto al dios Jano, con sus dos rostros, uno viejo y otro joven, para simbolizar ese tránsito. Síntesis, luego, de religiosidad y jolgorio -pues la Nochevieja es también ecuador de la Navidad a la Epifanía-, no hay otro evento de mayor resonancia planetaria. Los madrugadores japoneses, acaso por aguardar al resto de la Tierra rezagado, dan un total de 108 campanadas. Mientras Santa Claus nos conmina a permanecer en los hogares, san Silvestre es licencia para la escapada. Con un buen bólido resultaría factible, incluso, iniciar las campanadas en el Extremo Oriente y culminarlas en el verano austral. He aquí 12 propuestas.

1. España: Las uvas de la suerte


Nochevieja en la Puerta del Sol de Madrid. / Samuel Sánchez
El reloj de la Puerta del Sol sincroniza la toma de las 12 uvas de la suerte, una tradición genuinamente española, con denominación de origen: desde que, en 1909, así las llamaran los astutos viticultores alicantinos para colocar sus excedentes junto a las partidas de turrón. Las denominaron 'uvas de la suerte', con el infalible marketing de que quien no las consumiera, acogería gafado el nuevo año... Y claro, las toma todo el mundo. Las imágenes de la céntrica plaza madrileña son indisolubles de la Navidad.
Desde los años 20, el emblemático hotel Palace las viene sirviendo en su célebres galas de Nochevieja. Bajo su cúpula, las han tomado, entre otros, Sofía Loren, Marlon Brando, Ryta Hayworth, u Orson Welles. Este fin de año dispondrá el menú el chef Dani García, con suculentas mixturas de su procedencia andaluza, como bogavante y gazpacho, vieiras con crema de almendra malagueña, lenguado con mariscos gaditanos o queso de cabra de Ronda con foie-gras, para acabar con ‘luna de Marbella, compuesta con chocolate blanco, vainilla y gajos de mandarina.

2. Brasil: Feliz Bossa Nova


Celebración por el año nuevo en Río de Janeiro (Brasil). / Mario Tama
Partir el año en Río de Janeiro, junto a los cálidos efluvios marinos, en pleno cénit estival, tiene mucho de adelanto del espíritu carnavalero. De los brazos del Cristo, pende el espectacular árbol de Navidad que ilumina la bahía. La tradición manda acudir a la playa de Copacabana, donde se concentran multitudes -muchas de ellas, vestidas de blanco: purificación de cara al año entrante- para admirar los fuegos artificiales, y bailar al son de los grupos musicales a lo largo de sus cuatro kilómetros de arena. Los afro-brasileiros aprovechan a rendirle pleitesía a Iemanyá, la Reina de las Aguas, y lanzan al mar barquitos cargados de ofrendas, que, a más se alejen de la orilla, mayor prosperidad.

3. Escocia: Con faldas y a lo pirómano


Fuegos artificiales en el Castillo de Edimburgo (Escocia). / Roberto Ricciuti
Fuegos artificiales en el Castillo de Edimburgo (Escocia).En Escocia es tradicional la celebración del Hogmany, un ritual de origen celta, protagonizado por el fuego, en son de quemar el año que se acaba. Al filo de la medianoche, se encienden fogatas, los vecinos portan antorchas y se hacen rodar barriles de madera ardiendo, también para iluminar la llegada del nuevo año. Aunque extendida ya por diversos puntos del país, esta tradición es originaria de la localidad marinera de Stonehaven, donde permanece fuertemente arraigada, y las bolas de fuego, tras deslizarse por calles empinadas, son arrojadas al mar.

4. Argentina: Muñecos de fuego


Fuegos artificiales en la Casa Rosada de Buenos Aires. / Ralf Hettler
Fuegos artificiales en la Casa Rosada de Buenos Aires.
A falta de muñecos de nieve, los bonaerenses construyen para esa noche grandes muñecos de madera y trapo, y luego los hacen arder, para incinerar el tiempo que se acaba y purificar su renovación. En pleno verano austral, la vistosa luminotecnia de la ciudad y las campanadas se reciben en mangas de camisa, cuando no en traje de baño, a la vera de las piletas. Por influjo de la inmigración española, algunos toman las tradicionales uvas, y el turrón se combina, tras los asados, con el mate y el dulce de leche. Pero mayor es el arraigo de la ascendencia italiana, que incita a desprenderse de trastos viejos -incluso agendas del año extinto, por las ventanas del Distrito Financiero- y a regalar la supersticiosa lencería roja o rosa.

5. Japón: Fideos para el 'Omisoka'

Japoneses sueltan globos para celebrar el Año Nuevo en Tokio. / KAZUHIRO NOGI
Año Nuevo en Tokio.Con ser la cuna del sol, Japón es, lógicamente, el gran adelantado en acoger la Nochevieja. Las casas se engalanan, renovando su decoración, para celebrar en familia el Omisoka o Gran Día Final del Año, sin que falte sobre la mesa lacada el tradicional soba, la sopa de fideos finos y largos, que simbolizan la longevidad. Acaso en un gesto de solidaridad con la demora del resto del planeta, en vez doce, se dan allí 108 campanadas. Al revés que en Occidente, con cada campanada se formula un deseo que debe ser combatido; con la ayuda de Buda, las aspiraciones terrenales deben ser eludidas para encontrar la armonía del año en ciernes.
 FIN  DE LA  1º PARTE.

miércoles, 30 de diciembre de 2015

 FIN  DE AÑO EN LISBOA - 24 HORAS (2º PARTE)

Marvila, el barrio secreto de Lisboa

18.00  Haz el amor y no la guerra

La galería de arte Underdogs, en la capital lusa. / João Henriques
LisboaA media tarde, cuando caen las persianas de los talleres, abren las galerías de arte, los centros culturales y los lugares de actividades extraescolares. El Clube Oriental de Lisboa (12), fundado hace 66 años, enseña a jugar al fútbol y a bailar; enfrente acaba de abrir lo último en castigar el cuerpo, un gimnasio de crossfit. Tiempos extraños, pues para relajarse es mejor recogerse en la Fábrica de Armas Braço de Prata (13). El abandonado escenario de la última novela de José Saramago, Espingardas, espingardas, ha sido transformado por Nuno Nabais en un espacio único de refugio cultural. Nabais fue el primero en creer en la transformación de Marvila. El patio semiabandonado de la fábrica reú­ne grafitis interesantes, y en el interior hay salas para cualquiera que quiera hacer algo, pintar, leer o acudir a conciertos. Todo gratis. En el barrio ha abierto la galería Alexandre Farto, que se dedicaba a saltar a los trenes para pintarlos. En Underdogs (14) se expone lo mejor del arte callejero. Los murales de Farto, artísticamente Vhils, gritan en lugares abandonados de todo el mundo, y también de Lisboa, donde organiza tours para ver los grafitis.

21.00  La noche en el Pozo del Obispo

La noche de Marvila se concentra en la esquina del Pozo del Obispo. Allí, otra pareja mixta, la portuguesa Marisa Cerqueira y el chino Binlu Zhu, ha abierto Dinastia Tang (15), un restaurante chino nada obvio. Ella estudiaba mandarín en Shanghái, él se dedicaba a la fotografía y, por qué no, han abierto local en la esquina de la esquina del mundo. Un viejo almacén de vinos es hoy un elegante y acogedor restaurante con mobiliario traído desde China. Su menú se centra en la cocina cantonesa, aunque sus especialidades son el pollo de Sichuán, la sopa de codornices o la raíz de loto con miel. Para bailar hay que andar 10 metros hasta el Beatus (16), donde sirven copas, destaca la bodega y se organizan mercadillos una vez al mes; pero las noches de los fines de semana son para las bandas de música, que tocan en la terraza que mira al Tajo mientras descansan sus contenedores, sus grúas y sus barcos.

martes, 29 de diciembre de 2015

 FIN  DE AÑO EN LISBOA - 24 HORAS (1º PARTE)

Marvila, el barrio secreto de Lisboa

El Tajo pasa por delante, pero apenas se ve, tapado por contenedores de colores, grúas inmóviles, barcos que no navegan, autovías de a 50 que nadie respeta y almacenes que ya no almacenan. Al barrio lisboeta de Marvila no llegan los tuk tuk, y el café aún sale por 50 céntimos; no hay tiendas de souvenirs y en la barbería La Moderna nadie recuerda cuándo le pusieron tal nombre; otras tiendas ni lo tienen, les basta colgar en la calle orinales, escobas, cubos. O escribir: “Se expurgan muebles”. En Marvila no hay monumentos, pero sí enormes almacenes en descomposición donde arrastraban mercancías hombres de mono azul y manos como raquetas. Ahora quedan los esqueletos de sus naves industriales, espacios vacíos en la orilla de la rutilante Lisboa pero a precio de barrio decadente. Copado el Chiado, el Bairro Alto o la Baixa, los jóvenes creadores y emprendedores ven el futuro donde durante todo el siglo XXI solo ha habido decrepitud. Ahora, para descubrir lo último de Lisboa, de galerías de arte a cervezas caseras, hay que pasarse por Marvila.

10.00  Café con calma

Mapa de Marvila, en Lisboa.
Mapa de Marvila, en Lisboa. / Javier Belloso
Las mañanas son de los jubilados, que se reúnen en la plaza David Leandro da Silva, con su quiosco de periódicos y el único urinario al aire libre de la ciudad. Un transistor anónimo reproduce fado tras fado. Es lo único que se escucha en esta placita triangular protegida por dos ilustres almacenes de vino del siglo XIX. En el de José Domingos Barreiro (1, pinche sobre el mapa para verlo ampliado) su gran reloj se paró en las cuatro y algo, cuadrando la nostálgica canción de Luis Eduardo Aute. Los dos ritmos de este barrio, las dos vidas paralelas, se reflejan en sus horarios comerciales. A primera hora, los mecánicos se calientan en el Café Velho (2) y en A Doca (3), lugares de toda la vida donde nunca falta un poco de conversación antes de empezar a recauchutar neumáticos. A media mañana abre Café com Calma (4), nombre oportuno, porque si el portugués es de natural calmado, el café, paradójicamente, se lo toma deprisa, quizás porque al final del día no serán uno ni tres; este local, además del nombre, invita al relajamiento, con la estética imperante en Lisboa de dejarlo todo como está, la decoración de no-decoración; no faltan las banquetas de formica, las sillas y mesas cada una de su padre y de su madre, y paredes limpias de adornos. Aquí la clientela es recién llegada, joven y extranjera, con trabajos que necesitan de muchas palabras, y en inglés para definirse: community manager, brand activator y cosas así. Aquí no vienen por pegar la hebra sino porque hay wifi.

12.00  Paseo por el Tíbet y el barroco

Taller de restauración de antigüedades en el barrio lisboeta de Marvila. / João Henriques
A media mañana comienza la vida en el LXWH, o sea en el Lisbon Work Hub, o sea en los cubículos de coworking (espacios compartidos de trabajo) en que se ha transformado el otro gran almacén de vinos de la plaza, Abel Pereira da Fonseca (5). Su fachada art déco, con su rosetón acristalado y su balconada a la plaza, dice mucho de su glorioso pasado. En el lateral del edificio, enormes grafitis de ballenas y cachalotes recuerdan que por allí se ve el mar, que es como los turistas llaman al Tajo. Destrucción y construcción conviven sin hacer ruido. Hay que pasear pacientemente para percibir los detalles de que los nuevos diseñadores del mundo viven por aquí dentro: un muro de cemento ha quedado forrado de madera de pino, gracias a la inquietud del equipo de Vertigo (6), donde enseñan a escalar. Tampoco es fácil descubrir, en la calle del Azúcar, Asian (7), almacén de muebles tibetanos a lo bruto, llegados desde el más allá pero ya con los precios de acá. En la calleja del Capitão Leitão (8) la señora Mafalda cuelga en la calle las ropitas de su bebé, que hoy no llueve, frente a las galerías de arte Murias Centeno y Ar Sólido. El vecino Joan Maria está con su pincel y su caballete restaurando un cuadro del siglo XVIII; otros compañeros replican la biblioteca de la Universidad de Coimbra para la finca de un millonario con inquietudes.

14.00  Cervezas caseras luso-estadounidenses

Antes de almorzar igual está abierta la fábrica de cerveza de Dois Corvos (9), otra de las muchas iniciativas promovidas por parejas mixtas: la portuguesa Susana Cascais y el norteamericano Scott Steffens, ella profesional del marketing, él ingeniero de software. Se conocieron en Estados Unidos pero se dedican aquí a la cerveza casera. Ya van por 2.000 litros al mes, con marcas de diseño que colocan en los restaurantes y en su Cervezateca. Las opciones para almorzar van de la cocina de diseño del Entra (10), de Pedro Marques, con una cocina de diseño (19,50 euros el menú), al A Concha (11), el restaurante de barrio de toda la vida, donde no falta el rodaballo ni el centollo y al menú le cuesta llegar a los 10 euros.