FIN DE AÑO EN LISBOA - 24 HORAS (2º PARTE)
Marvila, el barrio secreto de Lisboa
18.00 Haz el amor y no la guerra
A media tarde, cuando caen las persianas de los talleres, abren las
galerías de arte, los centros culturales y los lugares de actividades
extraescolares. El
Clube Oriental de Lisboa (12),
fundado hace 66 años, enseña a jugar al fútbol y a bailar; enfrente
acaba de abrir lo último en castigar el cuerpo, un gimnasio de
crossfit. Tiempos extraños, pues para relajarse es mejor recogerse en la
Fábrica de Armas Braço de Prata (13). El abandonado escenario de la última novela de José Saramago,
Espingardas, espingardas,
ha sido transformado por Nuno Nabais en un espacio único de refugio
cultural. Nabais fue el primero en creer en la transformación de
Marvila. El patio semiabandonado de la fábrica reúne grafitis
interesantes, y en el interior hay salas para cualquiera que quiera
hacer algo, pintar, leer o acudir a conciertos. Todo gratis. En el
barrio ha abierto la galería
Alexandre Farto, que se dedicaba a saltar a los trenes para pintarlos. En
Underdogs (14)
se expone lo mejor del arte callejero. Los murales de Farto,
artísticamente Vhils, gritan en lugares abandonados de todo el mundo, y
también de Lisboa, donde organiza
tours para ver los grafitis.
21.00 La noche en el Pozo del Obispo
La noche de Marvila se concentra en la esquina del
Pozo del Obispo. Allí, otra pareja mixta, la portuguesa Marisa Cerqueira y el chino Binlu Zhu, ha abierto
Dinastia Tang (15),
un restaurante chino nada obvio. Ella estudiaba mandarín en Shanghái,
él se dedicaba a la fotografía y, por qué no, han abierto local en la
esquina de la esquina del mundo. Un viejo almacén de vinos es hoy un
elegante y acogedor restaurante con mobiliario traído desde China. Su
menú se centra en la cocina cantonesa, aunque sus especialidades son el
pollo de Sichuán, la sopa de codornices o la raíz de loto con miel. Para
bailar hay que andar 10 metros hasta el
Beatus (16),
donde sirven copas, destaca la bodega y se organizan mercadillos una
vez al mes; pero las noches de los fines de semana son para las bandas
de música, que tocan en la terraza que mira al Tajo mientras descansan
sus contenedores, sus grúas y sus barcos.
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