FELIZ AÑO 2016
"Como fuera de casa, en ninguna parte", enarboló el genial Rafael Azcona, un aserto que ni pintado para la noche de fin de año. Así como la Nochebuena es cóncava, una fiesta hogareña, familiar y concéntrica, la Nochevieja es centrífuga, diseñada para catapultarse hacia el otro lado. De ahí las populares maratones y fuegos de artificio; una noche "para tirar cohetes" y llegar raudos: que "no te den las uvas"... Aun permaneciendo en los hogares, las paredes se vuelven entonces más elásticas y trasgresoras que durante la espita cerrada de la Nochebuena; y, en algunos lugares, hasta se tira literalmente la casa por la ventana, como hacen italianos o argentinos, desprendiéndose de los trastos viejos. Algunos (escoceses, bonaerenses) incineran el año extinto. Y otros (neoyorkinos, mexicanos) lo echan a rodar en forma de esfera.
De celebración antiquísima -documentada en egipcios y babilonios-, el emperador Julio César decretó el culto al dios Jano, con sus dos rostros, uno viejo y otro joven, para simbolizar ese tránsito. Síntesis, luego, de religiosidad y jolgorio -pues la Nochevieja es también ecuador de la Navidad a la Epifanía-, no hay otro evento de mayor resonancia planetaria. Los madrugadores japoneses, acaso por aguardar al resto de la Tierra rezagado, dan un total de 108 campanadas. Mientras Santa Claus nos conmina a permanecer en los hogares, san Silvestre es licencia para la escapada. Con un buen bólido resultaría factible, incluso, iniciar las campanadas en el Extremo Oriente y culminarlas en el verano austral. He aquí 12 propuestas.
1. España: Las uvas de la suerte
El reloj de la Puerta del Sol sincroniza la toma de las 12 uvas de la suerte, una tradición genuinamente española, con denominación de origen: desde que, en 1909, así las llamaran los astutos viticultores alicantinos para colocar sus excedentes junto a las partidas de turrón. Las denominaron 'uvas de la suerte', con el infalible marketing de que quien no las consumiera, acogería gafado el nuevo año... Y claro, las toma todo el mundo. Las imágenes de la céntrica plaza madrileña son indisolubles de la Navidad.Desde los años 20, el emblemático hotel Palace las viene sirviendo en su célebres galas de Nochevieja. Bajo su cúpula, las han tomado, entre otros, Sofía Loren, Marlon Brando, Ryta Hayworth, u Orson Welles. Este fin de año dispondrá el menú el chef Dani García, con suculentas mixturas de su procedencia andaluza, como bogavante y gazpacho, vieiras con crema de almendra malagueña, lenguado con mariscos gaditanos o queso de cabra de Ronda con foie-gras, para acabar con ‘luna de Marbella, compuesta con chocolate blanco, vainilla y gajos de mandarina.
2. Brasil: Feliz Bossa Nova
Partir el año en Río de Janeiro, junto a los cálidos efluvios marinos, en pleno cénit estival, tiene mucho de adelanto del espíritu carnavalero. De los brazos del Cristo, pende el espectacular árbol de Navidad que ilumina la bahía. La tradición manda acudir a la playa de Copacabana, donde se concentran multitudes -muchas de ellas, vestidas de blanco: purificación de cara al año entrante- para admirar los fuegos artificiales, y bailar al son de los grupos musicales a lo largo de sus cuatro kilómetros de arena. Los afro-brasileiros aprovechan a rendirle pleitesía a Iemanyá, la Reina de las Aguas, y lanzan al mar barquitos cargados de ofrendas, que, a más se alejen de la orilla, mayor prosperidad.3. Escocia: Con faldas y a lo pirómano
En Escocia es tradicional la celebración del Hogmany, un ritual de origen celta, protagonizado por el fuego, en son de quemar el año que se acaba. Al filo de la medianoche, se encienden fogatas, los vecinos portan antorchas y se hacen rodar barriles de madera ardiendo, también para iluminar la llegada del nuevo año. Aunque extendida ya por diversos puntos del país, esta tradición es originaria de la localidad marinera de Stonehaven, donde permanece fuertemente arraigada, y las bolas de fuego, tras deslizarse por calles empinadas, son arrojadas al mar.4. Argentina: Muñecos de fuego
A falta de muñecos de nieve, los bonaerenses construyen para esa noche grandes muñecos de madera y trapo, y luego los hacen arder, para incinerar el tiempo que se acaba y purificar su renovación. En pleno verano austral, la vistosa luminotecnia de la ciudad y las campanadas se reciben en mangas de camisa, cuando no en traje de baño, a la vera de las piletas. Por influjo de la inmigración española, algunos toman las tradicionales uvas, y el turrón se combina, tras los asados, con el mate y el dulce de leche. Pero mayor es el arraigo de la ascendencia italiana, que incita a desprenderse de trastos viejos -incluso agendas del año extinto, por las ventanas del Distrito Financiero- y a regalar la supersticiosa lencería roja o rosa.5. Japón: Fideos para el 'Omisoka'
Con ser la cuna del sol, Japón es, lógicamente, el gran adelantado en acoger la Nochevieja. Las casas se engalanan, renovando su decoración, para celebrar en familia el Omisoka o Gran Día Final del Año, sin que falte sobre la mesa lacada el tradicional soba, la sopa de fideos finos y largos, que simbolizan la longevidad. Acaso en un gesto de solidaridad con la demora del resto del planeta, en vez doce, se dan allí 108 campanadas. Al revés que en Occidente, con cada campanada se formula un deseo que debe ser combatido; con la ayuda de Buda, las aspiraciones terrenales deben ser eludidas para encontrar la armonía del año en ciernes.FIN DE LA 1º PARTE.
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