martes, 29 de diciembre de 2015

 FIN  DE AÑO EN LISBOA - 24 HORAS (1º PARTE)

Marvila, el barrio secreto de Lisboa

El Tajo pasa por delante, pero apenas se ve, tapado por contenedores de colores, grúas inmóviles, barcos que no navegan, autovías de a 50 que nadie respeta y almacenes que ya no almacenan. Al barrio lisboeta de Marvila no llegan los tuk tuk, y el café aún sale por 50 céntimos; no hay tiendas de souvenirs y en la barbería La Moderna nadie recuerda cuándo le pusieron tal nombre; otras tiendas ni lo tienen, les basta colgar en la calle orinales, escobas, cubos. O escribir: “Se expurgan muebles”. En Marvila no hay monumentos, pero sí enormes almacenes en descomposición donde arrastraban mercancías hombres de mono azul y manos como raquetas. Ahora quedan los esqueletos de sus naves industriales, espacios vacíos en la orilla de la rutilante Lisboa pero a precio de barrio decadente. Copado el Chiado, el Bairro Alto o la Baixa, los jóvenes creadores y emprendedores ven el futuro donde durante todo el siglo XXI solo ha habido decrepitud. Ahora, para descubrir lo último de Lisboa, de galerías de arte a cervezas caseras, hay que pasarse por Marvila.

10.00  Café con calma

Mapa de Marvila, en Lisboa.
Mapa de Marvila, en Lisboa. / Javier Belloso
Las mañanas son de los jubilados, que se reúnen en la plaza David Leandro da Silva, con su quiosco de periódicos y el único urinario al aire libre de la ciudad. Un transistor anónimo reproduce fado tras fado. Es lo único que se escucha en esta placita triangular protegida por dos ilustres almacenes de vino del siglo XIX. En el de José Domingos Barreiro (1, pinche sobre el mapa para verlo ampliado) su gran reloj se paró en las cuatro y algo, cuadrando la nostálgica canción de Luis Eduardo Aute. Los dos ritmos de este barrio, las dos vidas paralelas, se reflejan en sus horarios comerciales. A primera hora, los mecánicos se calientan en el Café Velho (2) y en A Doca (3), lugares de toda la vida donde nunca falta un poco de conversación antes de empezar a recauchutar neumáticos. A media mañana abre Café com Calma (4), nombre oportuno, porque si el portugués es de natural calmado, el café, paradójicamente, se lo toma deprisa, quizás porque al final del día no serán uno ni tres; este local, además del nombre, invita al relajamiento, con la estética imperante en Lisboa de dejarlo todo como está, la decoración de no-decoración; no faltan las banquetas de formica, las sillas y mesas cada una de su padre y de su madre, y paredes limpias de adornos. Aquí la clientela es recién llegada, joven y extranjera, con trabajos que necesitan de muchas palabras, y en inglés para definirse: community manager, brand activator y cosas así. Aquí no vienen por pegar la hebra sino porque hay wifi.

12.00  Paseo por el Tíbet y el barroco

Taller de restauración de antigüedades en el barrio lisboeta de Marvila. / João Henriques
A media mañana comienza la vida en el LXWH, o sea en el Lisbon Work Hub, o sea en los cubículos de coworking (espacios compartidos de trabajo) en que se ha transformado el otro gran almacén de vinos de la plaza, Abel Pereira da Fonseca (5). Su fachada art déco, con su rosetón acristalado y su balconada a la plaza, dice mucho de su glorioso pasado. En el lateral del edificio, enormes grafitis de ballenas y cachalotes recuerdan que por allí se ve el mar, que es como los turistas llaman al Tajo. Destrucción y construcción conviven sin hacer ruido. Hay que pasear pacientemente para percibir los detalles de que los nuevos diseñadores del mundo viven por aquí dentro: un muro de cemento ha quedado forrado de madera de pino, gracias a la inquietud del equipo de Vertigo (6), donde enseñan a escalar. Tampoco es fácil descubrir, en la calle del Azúcar, Asian (7), almacén de muebles tibetanos a lo bruto, llegados desde el más allá pero ya con los precios de acá. En la calleja del Capitão Leitão (8) la señora Mafalda cuelga en la calle las ropitas de su bebé, que hoy no llueve, frente a las galerías de arte Murias Centeno y Ar Sólido. El vecino Joan Maria está con su pincel y su caballete restaurando un cuadro del siglo XVIII; otros compañeros replican la biblioteca de la Universidad de Coimbra para la finca de un millonario con inquietudes.

14.00  Cervezas caseras luso-estadounidenses

Antes de almorzar igual está abierta la fábrica de cerveza de Dois Corvos (9), otra de las muchas iniciativas promovidas por parejas mixtas: la portuguesa Susana Cascais y el norteamericano Scott Steffens, ella profesional del marketing, él ingeniero de software. Se conocieron en Estados Unidos pero se dedican aquí a la cerveza casera. Ya van por 2.000 litros al mes, con marcas de diseño que colocan en los restaurantes y en su Cervezateca. Las opciones para almorzar van de la cocina de diseño del Entra (10), de Pedro Marques, con una cocina de diseño (19,50 euros el menú), al A Concha (11), el restaurante de barrio de toda la vida, donde no falta el rodaballo ni el centollo y al menú le cuesta llegar a los 10 euros.

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