jueves, 7 de enero de 2016

VIAJE  RECOMENDADO  POR  NUESTRA  AGENCIA
             Budapest de cuento (2º PARTE)

Podemos seguir, desde la animada plaza Vörösmarty, por la larga y comercial calle Váci, o bordeando el río, para disfrutar de sus emblemáticos puentes: el de las Cadenas, el blanquísimo de Isabel, en honor a la emperatriz Sissi; y el Libertad, probablemente el más bonito, de color verde, decorado con el legendario Turul, el águila adorada por los magiares.
Desde Pest, las vistas de Buda y del río son también impresionantes, sobre todo por la noche. En ese momento, dice György Konrád en Viaje de ida y vuelta, se siente un nudo en la garganta como cuando “se abren las cortinas en la ópera y un fantástico escenario emerge de la oscuridad”. Al pie del Parlamento, una sobrecogedora hilera de zapatos en bronce recuerda las espeluznantes ejecuciones de judíos al borde del Danubio que tuvieron lugar entre 1944 y 1945. Nunca faltan flores y velas. Konrád se salvó refugiándose en casas que algunas embajadas habilitaron como dependencias diplomáticas; entre ellas, la sueca de Raoul Wallenberg y la española, cuyo embajador, Ángel Sanz Briz, desde octubre de 2015 da nombre a una calle de Budapest.
Banco Central de Hungría.
Un relieve en el Banco Central de Hungría. / Massimo Borchi
Llegados al puente de la Libertad, pasamos por el Mercado Central, donde compramos paprika y salami; por el neoclásico Museo Nacional, fundamental para sumergirnos en la agitada historia húngara, en cuya escalinata empezó la revolución de 1848 tras entonar el poeta Sándor Petöfi su Canto nacional. Enfrente hay una serie de interesantes librerías de lance. Siguiendo hacia la calle Rákoczi, llegamos al barrio judío, al que nos abre sus puertas su imponente sinagoga de aires bizantinos, la más grande de Europa con sus dos torres rematadas con cúpulas de estilo oriental. Se ha convertido en la principal zona de ambiente juvenil y nocturno, donde conviven tiendas kosher con mercadillos que venden desde antigüedades a souvenirs con la efigie del legendario futbolista hungaroespañol Puskas. Lo más destacable son los bares-ruina, en edificios destinados al derribo y de indescriptible estética alternativa, como el Szimpla, donde disfrutamos de una cerveza con música de fondo, entre jóvenes ejecutivos y artistas alternativos.
El ambiente de­senfadado contrasta con las tragedias vividas en esta zona por los judíos en 1944 y por los húngaros en general en 1956, como recuerdan las fachadas aún heridas de metralla; desde aquí hasta la zona del cine Corvin estuvieron los últimos focos de resistencia contra los soviéticos. Extraña combinación que quizá ha llevado al premio Nobel de Literatura Imre Kertész, que sobrevivió a Auschwitz, a temer que la nueva Budapest alegre y turística termine convirtiéndose “en una ciudad sin memoria”. Atormentada memoria que animamos al viajero a sondear a través de algunas de sus obras, como Sin destino o Liquidación; o las de otros escritores como Una fiesta en el jardín y El reloj de piedra, de György Konrád; Liberación y¡Tierra, tierra!, de Sándor Márai; Libro del recuerdo, de Péter Nádas; Armonía celestial y Versión corregida, de Péter Esterházy; o en películas como Sunshine, del oscarizado István Szabó.
El Museo del Terror, en el número 60 de la avenida Andrassy. / H. Leue
El Museo del Terror de Budapest
Las caminatas requieren descansos, y qué mejor que en sus tradicionales cafés de pasados imperiales, que fueron y son aún lugar de encuentro de escritores y artistas. Sándor Márai decía que “sin cafés no hay literatura”. Cafés como el Ruszwurm, en Buda, que destaca por su pastelería; al igual que el mítico y coqueto Gerbeaud, en Pest. De obligada visita es el espectacular y neobarroco New York, convertido en almacén durante la dictadura comunista; sin olvidar los Central, Eckermann, Astoria —testigo de no pocos episodios históricos—, Luckács, Múvész, o el neorrenacentista de la librería Alexandra.
Estos tres últimos están en la majestuosa avenida Andrassy, patrimonio mundial junto a Buda. Andrassy es la avenida más larga, señorial y elegante de Budapest desde los tiempos del imperio austrohúngaro. Allí, y en sus aledaños, se encuentran las mejores tiendas, cafés, restaurantes, palacios y mansiones más representativos del esplendor decimonónico de Budapest. También lo mejor de la oferta de conciertos, teatros, ópera y musicales que ofrece la agenda cultural de Budapest.
En el tramo que va del río a la plaza Oktogon, cruzada por la animada avenida Teréz y su continuación Erzsébet, cabe destacar sobre todo la reputada Ópera Nacional, un edificio neorrenacentista italiano que recuerda a la de Viena o Dresde. Tuvo entre sus directores a Gustav Mahler. Enfrente se halla el monumental palacio Drechsler.
Casa del compositor Béla Bartók.
Casa del compositor Béla Bartók. / Attila Kisbenedek
Cerca, en la calle Nagymezó, están los teatros Thalía, Miktoszkopy y de la Opereta. Y en la paralela de Liszt Ferenc, llena de restaurantes y de agradables terrazas, podremos disfrutar de la Academia de Música Franz Liszt, con sus bellos interiores estilo secesión, su imponente vestíbulo de cerámica Zsolnay y sus dos salas de conciertos. Fue fundada por Liszt, creador de las Rapsodias húngaras, y contó entre sus alumnos con Béla Bartók (los melómanos harán bien en visitar la casa de este compositor húngaro, autor de los geniales seis cuartetos de cuerda, en las colinas de Buda, en Csalán út, 29).
A partir de la plaza Oktogon se agrupan museos y mansiones, muchas de ellas destinadas a embajadas, entre ellas la española. En el número 60 se halla un lugar de triste recuerdo, la que fue sede en 1944 de los cruces flechadas —los nazis húngaros— y después del temido y odiado AVO, la policía política comunista. Allí unos y otros torturaron y ejecutaron por estrangulamiento en sus celdas y patio que hoy se pueden visitar en lo que se llama el Museo del Terror. Está salpicado de vídeos en los que los supervivientes cuentan sus tristes experiencias. También se pueden ver las ejecuciones de los dirigentes nazis húngaros, así como la pantomima de juicio al que fueron sometidos en 1956 Imre Nagy y su gobierno antes de ser ejecutados por el régimen comunista al servicio de Moscú.
En el 69 de Andrassy tenemos la Casa Museo de Franz Liszt, y, al lado, la Academia de Bellas Artes y el teatro de Marionetas en sendos edificios neorrenacentistas de estilo italiano. Siguiendo por Andrassy llegamos a la circular y elegante plaza Kodály, donde se halla el museo homónimo y el palacio Palavicini. Podemos seguir andando para ir descubriendo las maravillas de la avenida; pero si nos cansamos, tampoco está de más tomar la línea de metro que la recorre, cuyas pequeñas estaciones nos llevarán a otros tiempos. Construida en 1896, Budapest tiene el honor de tener la primera línea de metro de Europa continental y la segunda del mundo, después de Londres.
Andrassy termina en la plaza de los Héroes, a uno de cuyos lados se halla el imprescindible Museo de Bellas Artes. Muy cerca, el parque Városliget, con su curioso zoológico modernista, el castillo de Vajdahunyad sobre el lago y los baños termales de Széchenyi.

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